Para que tu hija o hijo crezca y viva sano y feliz, es obvio que necesita a sus padres. Lo mismo ocurre con tu marca: te necesita como si fuera tu hijo. No es demasiado complicado dar a luz una marca, lo que sí resulta todo un desafío es convertirla en una propuesta sólida y convincente, convertirla en todo un ser adulto. Para conseguir que tu marca se convierta en un ser adulto es preciso tener claros dos aspectos: el primero es que todo cuanto inviertas en tu marca hoy, redundará (positiva o negativamente) a largo plazo y afectará a su desarrollo saludable; el segundo es que convertir tu marca en todo un ser adulto es una tarea que requiere simultáneamente de mucho amor y sacrificio.
Al igual que en la crianza de tus hijos, en el desarrollo de tu marca es necesario que estés muy presente. Saber que tu marca no es solo ese logotipo ni el hermoso envoltorio que has creado para tus productos o ese bonito catálogo es fundamental para poder gestionar de forma eficiente su óptimo crecimiento y desarrollo. También son tu marca la comunicación, la experiencia que brinda al cliente o la atención postventa. Y es que a tus clientes tienes que mimarlos, entenderlos y darles lo mejor de ti. Porque tu marca es la percepción que ellos tienen de tu empresa.
A medida que tu marca vaya creciendo y ganando visibilidad entre su público, podrás escucharla, observarla y aprender de ella: comprobarás entonces que tu marca te va a ir indicando cambios dentro de tu organización y te permitirá mejorar aspectos que necesitas optimizar o retocar. Es lo mismo que ocurre en una relación paterno-filial: los progenitores aprenden de sus hijos al mismo tiempo que los hijos aprenden de papá y mamá de forma continua.