Una marca siempre ha tenido el objetivo de atraer a su público y de convertirlo en un fiel aliado, en una especie de casamiento que dure para toda la vida. Y esto sigue siendo así, pero a esta premisa se le añade otra más: la de enamorar de verdad. No sirve ya que marca y usuario se casen por diferentes motivos, tiene que ser por amor. Y aquí es donde entra en juego el término lovemark. Convierte a tu marca en una Lovemark

¿Por qué ser una lovemark?

El concepto en cuestión surgió en 2004 y hace referencia a la necesidad que una marca tiene de apelar a los sentimientos más profundos e íntimos de sus usuarios, como si de una pareja real se tratara. Para esto, la marca tiene que ir más allá del producto, más allá de la razón del usuario incluso. Y es que si Apple, por poner un ejemplo, enamora, es por la calidad de sus productos, pero también por sentimientos intangibles de enamoramiento hacia la manzanita. Eso es lo que cualquier marca tiene que conseguir para ser una lovemark y todo esfuerzo en su consecución merecerá la pena.

A los clásicos conceptos de identidad y diferenciación se suman la sensualidad, la intimidad y el misterio. Tres conceptos claves que definen a una lovemark: seducir al público, crear intimidad y estimular la sorpresa a base de ocultar una cierta parte de ti. Para esto la marca tiene que ir más allá de la simple funcionalidad.

Para crear este nuevo valor de marca juega muy a favor una herramienta: el storytelling. Esta técnica consigue, como casi ninguna otra, apelar a esa parte tan real y cotidiana que el consumidor asocia a su día a día. Una técnica en la que merece la pena invertir tiempo y esfuerzo, ya que garantiza resultados asegurados y persistentes en la memoria de nuestros consumidores. Un lazo real de por vida.

Sin una completa cultura de marca, tan solo queda pelear por el precio.

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