Esta crisis está poniendo en evidencia la esencia verdadera de las marcas. Está demostrando si, tras los mensajes más o menos prefabricados, había un relato auténtico y una marca humana… o pura charlatanería.
Desde el primer día de confinamiento he visto muchas marcas ponerse al servicio de la comunidad, de las autoridades sanitarias, de sus conciudadanos. Desde un pequeño taller que se ofrece a desinfectar los coches de sanitarios que han de ir a diario a trabajar, hasta los profesionales que organizan webinars gratuitos para ayudar a las pymes a adaptarse a la nube ¡con extrema urgencia! Grandes, pequeños o autónomos están demostrando de qué pasta está hecha su empresa, demostrando una marca humana; y pasando con naturalidad del storytelling (de contar su relato) al storydoing (a demostrarlo con hechos reales).
Y luego están los tiburones…
Luego están esos que huelen la sangre y acuden sabiendo que hay una presa fácil. Ayer encontré en redes sociales una noticia alarmante sobre el coronavirus y su gestión, una de esas que señala un culpable, que genera indignación y provoca con facilidad tanto el clic como su transmisión. Rastreé la publicación (deformación profesional, claro) ¿Ofrecía información válida sobre lo que anunciaba? No. Ofrecía su propio negocio.
Es fácil, muy fácil apoyarse en las emociones negativas para buscar el clic y la visualización rápida. Es fácil, promoviendo el miedo y buscando un culpable (las autoridades, los científicos, los turistas, da igual), conseguir la viralidad de un mensaje y un buen número de visitas a la página que se desea. Pero además de ser mezquino porque se aprovecha de los miedos humanos, difunde un estado de ánimo que disgrega la sociedad, la polariza y la hace más egoísta.
Son tiempos duros. Para todos. Pero también son tiempos que revelan de qué están hechas las personas, los grupos, las marcas. ¿De qué está hecha la tuya?